En el mundo contemporáneo occidental es muy difícil pasar mucho tiempo en silencio; suena el teléfono, viene un amigo, alguien llama a la puerta con intención de pedir el voto, el cartero necesita una firma, se presentan los testigos de Jehová, vienen a leer los contadores, se termina la leche, hay que salir a comprar y la mujer de la tienda del pueblo tiene ganas de charlar un rato [1].

Hace poco salía de hacer las compras de un centro comercial en la Ciudad de México, me dirigía a la zona de comida del mismo, localizado en un área al aire libre cuando un sonido muy peculiar llamó mi atención. Cabe destacar que crecí en Xalapa, ciudad que se distingue por el Bosque de Niebla que la rodea, por lo que mis referencias a la naturaleza no tienen vínculo con el ex Distrito Federal, pensar los insectos ligados a la metrópoli siempre me ha parecido ajeno, por lo que creí que mi oído me engañaba, ya que todo indicaba que un panal de abejas o avispas se formaba. Trataba sin éxito de localizar el origen del ruido, que a pesar del bullicio de los comensales y vehículos primaba. Cuando finalmente pude comprobar el suceso con la vista: una congregación de avispas formaba una colmena. Dicho ejemplo responde a registros muy bajos del espectro audible que percibe el humano, que va de los 20 Hz hasta 20 kHz, y que son llamados infrasonidos.

Si bien el silencio absoluto no existe ni en el espacio ni en la Tierra (y en última, ni siquiera en las cámaras anecoicas al propiciar un ambiente tan silente que quedamos expuestos al sonido del propio sistema circulatorio y neurológico) es que se dice que el silencio es relativo, envolvente y omnipresente, ya que nos adecuamos a él según las circunstancias que experimentemos y/o el ánimo que tengamos, designando como “ruido” a los pensamientos que habitan nuestra mente.

¿Podemos entonces comenzar a señalar lo inaudible como aquellos tonos de baja intensidad que no llegamos a registrar más que en ciertas ocasiones? ¿Posiblemente por ocurrir en el interior de nuestro cuerpo, por encontrarnos más alertas o presentándose las condiciones ambientales adecuadas para su escucha? Como cuando te fracturas un hueso y escuchas el tronido que te hace caer en la cuenta de lo que acaba de suceder; la copa menstrual que se expande en la vagina al introducirla y la demanda de un auto standard por cambiar de velocidad. En un registro más alto, en el que las personas más próximas físicamente a nosotrxs pueden advertir también estos infrasonidos, por ejemplo las tripas delatándonos cuando tenemos hambre, los ronquidos propios que nos despiertan y aquellos que conforman la pieza 4′33″, 1952 de John Cage: parpadeos, tosidos, estornudos, manipulación del folleto informativo de la obra que estamos por ver, aclaración de la garganta, cambio de posición en el asiento, fricción de la ropa al realizar la maniobra anterior y, actualmente, las vibraciones y ringtones del celular, a los que Marcel Duchamp llamó infraleves.

En otra categoría agrupo aquellos sonidos que realizamos pero ignoramos, y no es hasta que alguien nos los señala que somos conscientes de ellos, por ejemplo hablar al dormir; solo cuando compartimos dicha actividad con alguien que tiene el sueño más ligero que unx o nos grabemos al realizar esta acción (¿considerado demasiado raro o espeluznante si no es un performance?) es que nos percatamos de los ruidos emitidos. Considero que hasta entonces son inaudibles y que de ese mismo modo permanecerán al estar en un estado de inconsciencia al realizarlos.

Otra categoría que inserto en estas bajas frecuencias es la que comprende al oído entrenado, como la diferencia entre alturas que los músicos son capaces de percibir cuando su instrumento está desafinado, dependiendo de su sensibilidad auditiva concedida por el instrumento que tocan, ya que no es lo mismo la agudeza auditiva al tocar el piano que el violín. O en mi caso, que, a pesar de ser una connaturalización, tras vivir una larga temporada en el Centro Histórico de la Ciudad de México, acostumbrarme ahora al tráfico aéreo perenne de la colonia Narvarte Poniente, no ha significado ningún problema para concentrarme ni dormir.

En una ocasión mi mamá me contó que cuando yo era niña y mi papá llegaba por la madrugada a casa después de uno de sus interminables viajes de fin de semana al entonces Distrito Federal, ella estaba tan acostumbrada a los sonidos que él realizaba en este ritual que no se despertaba, es más, mi padre podía meterse a la cama y ella ni siquiera sentirlo, en cambio, cualquier ruido que yo realizaba la ponía en alerta y de pie, corriendo a verificar si me encontraba con bien, y eso que yo dormía en la habitación contigua. No en vano, Tania Tagle narra, en su libro de ensayos Germinal (2023), que el primer sentido que notó que desarrolló su bebé al estar encinta fue el auditivo, al poder responder con movimientos al ser aludido.

Lo anterior decanta en que lo inaudible es aquello que pasamos por alto porque no nos compete, que ignoramos porque no nos repercute ni perjudica, sonidos que filtramos en nuestro día a día para que no nos perturben.

¿Pero qué pasa con los lenguajes que desconocemos? ¿Las palabras en otro idioma que no sabemos pronunciar? ¿Los jeroglíficos que no sabemos interpretar? Mismo caso para la notación musical, clave Morse, el lenguaje Aeronáutico e instrumentos musicales que nos son desconocidos, que, además de evidenciarnos como analfabetxs ante su interpretación, nos parecerá imposible conocer su sonido y significado hasta que alguien lo pronuncie por y para nosotrxs.

Tal como ocurrió con el nüshu, la escritura que las mujeres del condado de Jiangyong, China, desarrollaron para sí mismas como forma de comunicación al buscar prosperar en el sistema de control chino: el Confucionismo[2], que les prohibía acceder a la lectoescritura y las relegaba al ámbito doméstico, al considerar que su única función era desempeñarse como buenas esposas y madres.

Se desconoce el origen preciso de esta práctica, (s.XIX) pero al permanecer en casa todo el día y los hombres en el campo, hermanas, primas, madres, amigas y vecinas se congregaban para cocinar, coser y bordar. Estas sesiones solían acompañarse de cantos y narraciones de leyendas, creándose así la Sworn sisters, una comunidad que juraba tratar a las demás como sus hermanas de sangre, bajo principios que hoy conocemos como affidamento y sororidad, y donde también disfrutaban de recitar poemas, generar votos, realizar plegarias a Dios y entre ellas mismas.

Así surgió el nüshu, que literalmente significa escritura femenina, el cual se cree que se originó bajo la instrucción de algunas de las mujeres que tenían nociones básicas sobre la escritura china, generando sus propios ideogramasy en el que se estima que figuran 2,000 caracteres.

De esta forma lograban comunicarse pasando desapercibidas por los hombres, ya que no solo se escribían mensajes por cartas, sino también en pañuelos y colchas, en los que la escritura daba la impresión de ser parte de la decoración. Así era como compartían pensamientos, anécdotas, situaciones familiares, disputas matrimoniales, la biografía de sus madres, leyendas tradicionales e historias de autoría propia. Estas últimas, y como se menciona en el artículo “Folk Narrative Literature in Chinese Nüshu: An Amazing New Discovery”, escrito por Liu Shouhua y Hu Xiaoshen, se caracterizan por mostrar mujeres independientes, exitosas y fuertes, tomando decisiones propias sobre su futuro, promoviendo la equidad entre hombres y mujeres y rechazando el régimen confucionista. Cabe destacar que esta escritura no fue conocida por el mundo hasta 1986, mientras tanto y hasta que no se les permitió tener acceso a la educación, las proveyó de una voz que no se consideraba merecedora de ser escuchada.

A pesar de que la práctica nüshu no es de carácter musical, encuentro relación entre ella y lo (in)audible a causa del silenciamiento de las voces femeninas que la sociedad china ejercía, encontrando a través del bordado una manera de poder comunicarse sin ser sorprendidas.

Es por eso que también podemos llamar inaudibles a los gritos de auxilio de las mujeres víctimas de feminicidio y al de sus madres al pedir justicia a las autoridades; al de lxs empleadxs al demandar prestaciones y antigüedad a sus jefxs aunque trabajen en empresas de carácter particular; el de lxs ciudadanxs de la Ciudad de México que se oponen a la gentrificación; el incremento en la tasa de suicidios rarámuri, así como el no preguntarle a lxs niñxs sobre su experiencia durante el confinamiento a causa del COVID-19; a las voces que escuchan lxs esquizofrénicxs dándoles órdenes, y a vivir la maternidad sin entusiasmo y no sentir remordimiento.

Es entonces que hago al arte contemporáneo evidente como dispositivo que da cuenta de forma contundente de dichas situaciones, al visibilizarlas, denunciarlas e incluso servir como resistencia frente a ellas.

Ejemplo de esto es el performance 14 de febrero, de la artista y activista cultural mexicana Lorena Wolffer, quien, tras conocer la historia de Fabiana, una mujer que se albergaba en el Refugio de Fundación Diarq IAP, decidió realizar una pieza que diera cuenta de la situación vivida particularmente por esta familia, pero que para muchas más en el país sigue siendo su realidad a diario.

Fabiana junto con sus hijxs era forzada por su pareja a vender dulces en diferentes calles de la Ciudad de México, y si para el final del día no habían logrado terminar la venta completa, el esposo y padre recibía a su familia con una golpiza. Por lo cual, la artista cambió la consigna de vender por regalar chocolates en forma de corazón en varias avenidas principales de la capital del país, que acompañaba con testimonios de la mujer y la frase “Hasta hace poco, Fabiana vendía dulces como éstos en la calle. Su esposo la obligaba a hacerlo con sus cuatro hijos.”[3], transformando la acción de obligación al de concientización; sirviéndose del Día del Amor y la Amistad para que el acercamiento a lxs transeúntes fuera más afable, ya que inicialmente podían pensar que se trataba de un regalo publicitario.

Wolffer comenta que “El aspecto más interesante de la obra fue aquel que ya no presencié: la reacción de quienes recibieron los obsequios al llegar a sus casas, abrirlos y leer las frases que contenían.”[4]

Ese mismo año, 2008, se presentó en el Museo de Arte Moderno como parte de la muestra Expuestas: registros públicos, un cilindro de plástico transparente con más de los mismos chocolates regalados el 14 de febrero junto con las frases que los acompañaban.

Si bien los ejemplos anteriores responden a situaciones sociales que preferimos ignorar hasta que nos vemos implicados de forma directa, el radiotelescopio de Arecibo, Puerto Rico, tiene la función contraria: rastrear minuciosamente todas las radiofrecuencias provenientes del espacio que sean dirigidas en dirección a la Tierra; sin contar con registro de alguna al momento. A este fenómeno se le conoce como La Paradoja de Fermi.

En 2014, la pareja artística Allora & Calzadilla le pidió al escritor Ted Chiang colaborar con ellxs para escribir, en forma de fábula, el guión para su pieza El Gran Silencio, en la que se narra, desde la voz de un papagayo, el gran esfuerzo de los humanos por comunicarse con formas de vidas no humana; antes de querer encontrar tal, podrían tratar de entender las formas de vida de los diferentes reinos de la naturaleza, según la clasificación biológica, que están y han estado a su alcance desde hace mucho tiempo.

Chiang narra en su texto homónimo que “Una solución propuesta a la paradoja de Fermi es que las especies inteligentes tratan activamente de ocultar su presencia para evitar convertirse en el objetivo de invasores hostiles. Como miembro de una especie que los humanos han conducido a la casi total extinción, puedo atestiguar que es una estrategia astuta. Entonces, tiene sentido quedarse en silencio y evitar llamar la atención. La paradoja de Fermi se conoce a veces como El Gran Silencio. El universo debería ser una cacofonía de voces y, sin embargo, está desconcertadamente silencioso.” [5]

Otras teorías proponen que, a causa de la vastedad y antigüedad del universo, diversas formas de vida perecen en el intento de llegar a la Tierra. “Si están en lo cierto, entonces la calma del firmamento nocturno es el silencio de un cementerio.”[6]

Para continuar con la descripción de lo que compete al ámbito de lo inaudible, vienen también a mi mente los museos, como espacios sagrados donde los textos de sala son un bloque de concreto en la cara de lxs visitantes, estamos al tanto de una resistencia deliberada por acercarse a galerías y museos, que al presentarse como espacios solemnes, incuestionables e inmaculados, adoptamos un posicionamiento a favor de estas nociones decimonónicas donde los movimientos que realizamos dentro de dichos lugares y nuestro tono de voz se ven disminuidos a pesar de carecer de señalética del gesto hipocrático. Por lo que cuando una muestra subvierte el sentido en que en la historia del arte se han constituido las exposiciones, los visitantes reaccionan de forma perpleja.

Se cree que esto remonta al “[…]Museion, […] lugar dedicado a las musas, hijas de Zeus, y de la diosa Mnemosine, la memoria. Vivían y trabajaban ahí poetas, músicos e historiadores atentos a la llegada de las musas, las portadoras de las artes que entre sus regalos contaban con la inspiración y la sabiduría. El museo es un espacio sagrado: nunca falta el eco de un tosido distante, unos tacones lejanos o el tímido zumbido de algún aparato que mide algo. Este conjunto de sonidos, lejos de constituir un ruido, forma una de las tantas gamas del silencio.” [7]

Recuerdo que cuando conocí la pieza Poseídos, 2002, de Miguel Calderón, no paré de reír incluso una vez fuera del museo, y durante el resto del recorrido continué teniendo accesos de risa, a lo cual, lxs visitantes que confluían en la sala e incluso la vigilante en turno, me veían desconcertados y otrxs más con curiosidad, porque hicieron fila para hacerse partícipes también de aquello tan supuestamente risorio. Me quedé un momento más ahí para fotografiar el recorte de periódico que invitaba a constituir la pieza y pude notar cómo los escuchas de ese momento no se permitían las carcajadas pero sonreían.

Por su parte, de 1966 a 1968, Yoko Ono escribió una serie de instrucciones a las que llamó Cleaning Pieces, enfocadas a valorar las cosas buenas que tenemos en la vida. En la segunda de ellas, indica realizar una lista de los sucesos que consideramos negativos y otra de los positivos que hayamos experimentado y hacer una pila con piedritas por cada una ellas. Asimismo, pide que cada vez que experimentemos uno de ellos, coloquemos una cuenta en la montañita correspondiente, para que, al finalizar el ejercicio, la ponderación de nuestra perspectiva frente a dichos eventos sea más plausible.

Relaciono dicho ejercicio con la anécdota que José Manuel Velasco relata en el prólogo de Viajes al país del silencio, respecto al falso calendario tarteso que recibió como obsequio de parte de un amigo:

En esa versión, en lugar de que se realizaran dos montículos con piedritas, se contaba con un gran jarro vacío y cuentas de cinco colores diferentes que respondían a diferentes estados de ánimo: azules, rojas, verdes y amarillas. “Las piedras blancas, evidentemente, servían para marcar los días de silencio. Al cabo de una temporada obtendría un paisaje cromático: con solo ver el frasco colmado de piedritas sería fácil intuir una imagen retrospectiva de los elementos que predominaban en mi vida. Así que seguí sus instrucciones hasta que llené tres cuartas partes del frasco; no tardé mucho tiempo en percibir que las piedritas blancas escaseaban.”[8] En las pocas referencias que existen sobre la civilización tartesa, se especula que su caída comenzó cuando sus pobladores dejaron de practicar el Pedrusco de plata, días marcados en su calendario donde la población se recluía en casa hasta que se indicaba. Esto podía tardar semanas y tenía la finalidad devocional de mantener el equilibrio social.El amigo de Velasco murió al poco tiempo de haberle hecho llegar el regalo, por lo que las modificaciones al calendario quedaron ocultas, pero probablemente se inspiró en Cleaning Piece II de Ono para abonar al misticismo que rodea a la civilización tartesa.

Puedo establecer que mientras escribo este ensayo, me sigo encontrando con bibliografía que abona al mismo, reafirmando la idea de que el silencio tiene un amplio espectro de expresiones, que versan desde lo personal hasta lo llamado universal, encontrándose con lugares comunes que provienen de distintas culturas y similitudes en cuanto a leyendas, tradiciones y creencias.

Bibliografía

Allora, Jennifer; Calzadilla, Guillermo. “Allora & Calzadilla (in collaboration with Ted Chiang), The Great Silence”. Vimeo, 16:53 min. Publicado el 14 de diciembre de 2016. https://vimeo.com/195588827

Barrera, Jazmina. Punto de cruz. Ciudad de México: Almadía, 2021.

Chiang, Ted. “El gran silencio”. En Exhalación, editado por Ted Chiang, 231- 235. Ciudad de México: Sexto piso, 2020.

Leung, Christie K. K. “Women Who Found A Way Creating a Women’s Language.” Off Our Backs 33, no. 11/12 (2003): 40–43. http://www.jstor.org/stable/20837958. (Consultado el 16-03-2023).

Tagle, Tania. Germinal. Ciudad de México: Penguin Random House, 2023.

Shouhua, Liu, y Hu Xiaoshen. “Folk Narrative Literature in Chinese Nüshu: An Amazing New Discovery.” Asian Folklore Studies 53, no. 2 (1994): 307–18. https://doi.org/10.2307/1178648. (Consultado el 16-03-2023).

Velasco, José Manuel (ed.) Viajes al país del silencio. Refugios y experiencias interiores en el mundo contemporáneo. Ciudad de México: Gris Tormenta, 2021.

Wolffer, Lorena. “14 de febrero.” http://www.lorenawolffer.net/01obra/18_14febrero/14febrero_frames.html (Consultado el 08-03-2023).

Wolffer, Lorena. “14 de febrero”. Lorena Wolffer, Expuestas: Registros públicos, editado por Luis Miguel León y Lorena Wolffer, p. 13. Ciudad de México: Museo de Arte Moderno, 2008.

Imagen: Selección de caracteres del idioma nüshu y sus equivalentes en chino, tomada de Omniglot

Isabel de la Vega (Ciudad de México, México, 1994). Asistente de artista. Es Licenciada en Estudios e Historia de las Artes por la Universidad del Claustro de Sor Juana. Fue Coordinadora del Archivo Histórico en la Galería Kurimanzutto. Tuvo a su cargo el Archivo Documental Histórico y Vivo del Centro de Estudios, Creación y Documentación de las Artes (CECDA) de la Universidad Veracruzana (2022) y actualmente se desempeña como Asistente de Archivo de Damián Ortega. Entre sus intereses se encuentran: el arte contemporáneo, el feminismo y el deterioro de la naturaleza. Ha publicado en los medios Gas TV, Artishock Revista, OndaMx y Cdecultura.

[1] Sara Maitland (ed.), Viajes al país del silencio. Refugios y experiencias interiores en el mundo contemporáneo (Ciudad de México: Gris Tormenta, 2021), 125.

[2] Principios morales bajo los que las mujeres de la China feudal debían regirse, que de forma general se dividían en Tres grandes figuras de autoridad de obediencia: el padre, el esposo y el hijo, este último reemplazando al padre ante su muerte; así como Cuatro grandes virtudes: moralidad, lenguaje apropiado, modestia y diligencia, según lo explican Liu Shouhua y Hu Xiaoshen en su artículo Folk Narrative Literature in Chinese Nüshu: An Amazing New Discovery.

[3] Lorena Wolffer, “14 de febrero”, http://www.lorenawolffer.net/01obra/18_14febrero/14febrero_frames.html

[4] Ibid.

[5] Ted Chiang, “El gran silencio”, en Exhalación, ed. Ted Chiang (Ciudad de México: Sexto piso, 2020) 231.

[6] Ibid., p. 232.

[7] Georgina Cebey,  “Una estancia en silencio”, en Viajes al país del silencio. Refugios y experiencias interiores en el mundo contemporáneo, ed. José Manuel Velasco (Ciudad de México: Gris Tormenta, 2021), 42.

[8] José Manuel Velasco, “Prólogo”, en Viajes al país del silencio. Refugios y experiencias interiores en el mundo contemporáneo, ed. José Manuel Velasco (Ciudad de México: Gris Tormenta, 2021), 18.

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Escrito por:paginasalmon

Un comentario en “Notas para la escucha | Por Isabel de la Vega

  1. Me encantó este ensayo, me hizo reflexionar mucho acerca de mis propios espacios de silencio/ausencia de él, lo que significa dependiendo del contexto y las circunstancias y el poder que llega a tener. Muchas gracias por compartir tus perspectivas y saberes.

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